En el verano de 1959, un médico alemán conoce a una familia argentina en la región más desolada de la Patagonia. El viajero no es otro que Josef Mengele. Esta familia revive en él todas las obsesiones relacionadas con la pureza y la perfección. En especial Lilith, una adolescente con un cuerpo demasiado pequeño para su edad. La fascinación es mutua: en pleno despertar sexual, Lilith siente una inquietante atracción por ese forastero.
¿Cuántas veces han sentido inquietud por libros que retratan historias del Holocausto y el eterno sufrimiento de judíos en manos de nazis despiadados? El diario de Ana Frank, La ladrona de libros, El niño con el pijama de rayas, El chico sobre la caja de madera y una infinidad de ejemplos más. La Segunda Guerra Mundial y la gran masacre hitleriana eran mis temas preferidos de la historia mundial cuando iba a la escuela. La conexión con esos seres, víctimas de una de las mayores injusticias de la historia, era inevitable. Una multiplicidad de sentimientos generaban en mí esos relatos: dolor, rabia, impotencia, tristeza... Aún así, la enorme brecha que se abría en el espacio y el tiempo, nos obligaba a mantener distancia, a sentirnos ajenos. Pero ¿que pensarían si les digo que en cierto momento, hace muchos años atrás, parte de esa historia se conectó inevitablemente con la nuestra?
Cuando hacemos referencia al Holocausto, reconocemos dos tipos de involucrados: la víctima y el victimario. Si hablamos de éste último, permítanme citarles de ejemplo a uno de los más grandes, después de Hitler, obviamente, que existió: Josef Mengele, médico, antropólogo y oficial alemán en Auschwitz. Fue famoso por sus experimentos genéticos con humanos y por ser uno de los encargados de seleccionar quiénes debían ser enviados a las cámaras de gas. Tiempo después, luego de cometer aquellos despiadados crímenes, Mengele huye. Cómo todo prófugo de la justicia busca el mejor escondite que sea posible. ¿Y qué mejor escondite que en el fin del mundo? Un lugar completamente aislado de todo. La patagonia argentina.
Wakolda es una obra maestra, escrita por Lucía Puenzo, donde nos relata de una manera magnífica y atrapante, la experiencia de Mengele en el sur de nuestro país. Una oportunidad de sentirnos realmente involucrados con los despojos de la Segunda Guerra Mundial.
Puenzo coloca en el camino de Mengele a una familia de Buenos Aires que se muda a un pueblo cercano a la ciudad de Bariloche. Eva, esposa de Enzo, madre de tres niños, y de uno más, claro, que viene en camino, debe hacerse cargo de una hostería que hereda luego de que su madre fallece.
En su camino hacia el sur se cruzan con Mengele, al que sólo conoceran como "José", un extranjero común y corriente que se dirige hacia Bariloche pero que se encuentra un poco perdido, por lo que deciden guiarlo durante la travesía. Es en ese road trip donde comienzan a generarse lazos emocionales entre Mengele y Lilith, la hija del medio, que se convierte en uno de los personajes claves de la historia.
Mengele es el primer huésped en la hostería de la familia. Le es imposible despegarse de ellos luego de obsesionarse con Lilith. Una parte de él se siente atraída por ella tal como lo fue Humbert Humbert con Lolita, pero esta vez el grado de perversión es mínimo y permanece secreto en los oscuros recovecos del alma corroída de Josef. Por otro lado, como bien dije al principio, uno de sus mayores pasiones era la experimentación en personas, generalmente niños, y preferiblemente que fueran gemelos. El objetivo de su vida era lograr, por medio de la ciencia, modificaciones genéticas, en busca de la perfección, aborreciendo la mezcla y glorificando la pureza.
Lilith nació sietemesina y tiene problemas de crecimiento. Con sus doce años, sólo aparenta no tener más de ocho años. Esto se convierte en una fuente de entretenimiento para Mengele, ya que la ayudará a revertir los problemas de crecimiento con sus oscuras prácticas medicinales. Con el tiempo, logrará seducir a cada uno de los integrantes de la familia y ganarse su corazón, ya que claramente, ellos sólo conocen al hombre anónimo que se hospeda con ellos.
A lo largo de la novela, vamos haciendonos cómplices de ésta relacion camaleónica, con sus altibajos, tal como una montaña rusa. A veces predomina la desconfianza, a veces gana la simpatía y, guiados por una inocencia infantil, terminan seducidos por los caramelos que Mengele esconde en sus bolsillos.
La obra de Puenzo está plagada de elementos metafóricos, usados en la medida justa. Wakolda es una parte importante de la historia. Enzo tiene como pasatiempo fabricar muñecas de porcelana, que día a día va perfeccionando, pero aún así siguen siendo muy rústicas. Con la ayuda y el capital de Mengele, comenzarán a producir una línea de muñecas perfeccionadas. Una exquisita metáfora de la perfección de la raza aria que buscaba Hitler y todos sus secuaces. Por obra del destino, una muñeca artesanal y de características mapuches, llamada Wakolda, se cruzará en el camino, dándole un nuevo matiz a la historia y enriqueciendo la metáfora racial.
Puenzo escribe para deleitarnos y mantenernos atrapados página a página. En poco más de doscientas páginas descubrimos uno de los más grandes secretos escondido en los bosques del sur. Una novela de gran riqueza histórica que sería imperdonable perdérsela.
— ¿Vos crees que los monstruos no existen?
— ¿Existen?
— A lo mejor no están debajo de la cama, pero seguro que están a la vuelta de la esquina"
MI PUNTUACIÓN
Nota: Wakolda es mi lectura del mes de agosto para el bookclub Choose a book (Libro de autor nacional).